¿Y si te robo un beso? Capítulo 2.

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Capítulo 2
Ojos verdes


—¿Qué canto?— pregunté a Nare una vez que la encontré luego de salir del baño.

Margaret bailaba y yo cantaba. Ese era mi talento. De todas maneras no lo hacía muy a menudo y menos en público. No es que tuviera pánico escénico ni nada, pero me daba algo de vergüenza cantar delante de todos. Nare me había rogado tanto que cantara hoy que accedí.

—Todo el mundo ya está cansado, pero no creo que se resistan a algo lento.

—Bien— dije y dirigiéndome hacia Mar que estaba al lado mío— Elije tú.

—No lo sé… ¿Tiene que ser romántico?

—No, no creo que sea necesario. Lo romántico viene después— respondió Nare.

—Está bien. ¿Te sabes Lies de Marina & The diamons?— Asentí. Marina era una de las cantantes que más me gustaban y se me daba bien cantar sus canciones. Nunca llegaría a su tono de voz, pero tampoco la cantaba mal.

Me dirigí hacia el equipo de música y apreté stop. Todo el mundo empezó a abuchear, pero conecté el micrófono rápidamente y hablé.

—Está bien, está bien. Escúchenme. Todos estamos cansados y nuestra querida anfitriona Nare— la señalé— me pidió que cante algo. Gracias por escuchar.

Mar puso el CD con la pista de música, y me miró esperando mi señal. Asentí y le dio a Play.

Los primeros acordes de Lies comenzaron a sonar y cuando llegó el momento canté.

You're never gonna love me, so what's the use?
What's the point in playing a game you're gonna lose?
What's the point in saying you love me like a friend?
What's the point in saying it's never gonna end?
You're too proud to say that you made a mistake,
you're a coward 'til the end.
I don't want to admit that we're not gonna fit
No, I'm not the type that you like.
So why don't we just pretend?

Tomé aire y canté con todas mis fuerzas.

Lies.
Don't wanna know, don't wanna know.
I can't let you go, can't let you go.
I just want it to be perfect.
To believe it's all been worth the fight.

Lies.
Don't wanna know, don't wanna know.

Seguí cantando la canción y al final me recibió una oleada de aplausos. Hice una reverencia mientras me aplaudían y cuando levanté la mirada me encontré con dos ojos verdes abrazadores. Me miraban fijamente. Supe inmediatamente de quién eran esos ojos. No conocía a nadie más con unos ojos tan verdes. Aquel chico. Era él.

Aparté la mirada y hablé al micrófono.

—Bueno, ahora esto es para los románticos— reí y le di Play a la música.

La típica canción romántica de Aerosmith comenzó a sonar. Todos encontraron parejas y empezaron a bailar. I don’t wanna miss a thing era un clásico.

Me estaba por dirigir al patio trasero de la quinta para quedarme sentada allí mirando el cielo, ya que yo no bailaba. Nunca bailaba lentos. Yo no tenía pareja y me incomodaba hacerlo con cualquiera. Creía que ese era un momento especial así que evitaba a todo aquel que quisiera invitarme.

—¿A dónde vas?— dijo una voz grave en mi espalda mientras me tomaban por la cintura. Me di vuelta rápidamente tratando de separarme de esas manos pero no pude. Así que quedé cara a cara con el dueño de esas manos. La rabia se despertó en mí al darme cuenta de quién era.

—Tú— fue lo único que pude decir.

—Sí, yo— dijo el chico con él cual ya me había cruzado dos veces y todo había salido desastroso.

—¿Puedes soltarme?— pregunté mientras seguía tironeando para poder salir de su agarre. Tenía mucha fuerza.

—No, no quiero soltarte—dijo él tranquilamente— ¿Apuesto a que no sabes mi nombre, no?

—No, ni me interesa— seguí tironeando. No quería poner las manos en su pecho y empujar, lo veía muy tentador y no quería quedarme a su lado.

—Deja de tironear por un minuto— dejé de hacerlo y lo miré a la cara, dios, era muy atractivo y sexy— Excelente. Obediente— sonrió arrogantemente.

Ahogué un grito.

—Tú maldito hijo de… — empecé a insultar mientras volvía a tironear de su agarre pero no pude terminar el insulto que él me puso una mano en la boca para callarme. Me quede quieta.

—Shhh, no hay necesidad de alterarse. Soy Zachariah, pero puedes decirme Zacha. ¿Sí quito la mano no me insultarás y solo me dirás tu nombre? – preguntó. Empecé a negar con la cabeza cuando nuestras miradas se encontraron. Esos ojos verdes que tanto me fascinaban me nublaron y asentí. Saco su mano.

—Lia.

—Bonito nombre— dijo con una hermosa sonrisa. Qué dientes blancos. Qué sonrisa sexy.

—¿Puedo pedirte una cosa más?— preguntó.

Solo pude asentir. Ya estaba hechizada.

—¿Bailas conmigo esta canción?

Asentí otra vez.

En ese entonces sonaba la canción Girl I Wait de Bruno Mars. Zachariah y yo comenzamos a movernos lentamente. Él tenía sus manos a mi cintura y yo mis brazos en su cuello. Zachariah me apretó más contra él. Dios, olía muy bien. Su perfume de hombre era exquisito.

—Hueles muy bien— murmuré antes de que pudiera evitarlo.

—Mmmmm— él enterró su cara en mi cuello (se tuvo que agachar, pues, era muy alto)— tú también— dijo depositando un beso en mi cuello.

Todo mi cuerpo se estremeció. Zachariah se separó de mí y me miró a los ojos. Amaba esos ojos tan verdes suyos. Se inclinó para besarme, podía sentir su aliento a menta sobre mis labios (oh, sí quería besar esos labios tan seductores), cerré los ojos, pero a último momento sentí un beso en la mejilla.

—Fue un placer conocerte, Lia.

Y con esa despedida, se fue. Me quedé allí paralizada. Ya en ese entonces sonaba otra canción y no me había dado cuenta de cuán rápido pasó el tiempo. No lo vi más en toda la noche. La fiesta terminó y junto con unos amigos nos quedamos en la quinta para ayudar a limpiar a Nare y luego nos iríamos.

Sobre las cinco de la mañana mandé un mensaje a mi mamá si podría venir a buscarme. Me envió como respuesta un “Sí”.

—Ya me voy, Nare.

—Oh, de acuerdo— dijo frenando de barrer los restos de la fiesta y sonriendo. — Gracias por ayudar.

—De nada. Ahora estoy muy cansada, pero mañana ¿podría hablar contigo?— Nare era mi mejor amiga. Necesitaba hablar con ella sobre ese Zachariah o... ¿Cómo me dijo que lo llamara...? Ah sí, Zacha. Tenía curiosidad por quién era… No era que me importara mucho.

—Si me levanto, por supuesto — bromeó.

Sonó la bocina de un auto.

—Esa es mi mamá. ¡Nos vemos chicos!— grité a los que quedaban. Levantaron la mano en modo de saludo.

Entré en el auto que mi mamá manejaba sin decir ni una palabra. No estaba de humor para sus interrogaciones. Sólo quería llegar a mi cama, dormir y sacarme de la cabeza a dos ojos verdes que me hechizaban.